Mi amor y el Mar.

Era una vispera apacible a mitad de la primavera… Donde la música se oía a la vez de un ir y venir de una fresca brisa, que acercaba al mar, fusionado al pegar de las olas, cuando topezaban con el rompeolas.

Yo habituaba a ubicarme frente a ún mirador tumbada de forma cómoda en un trono de chinilla negro con largos reposa brazos…

La mejor follada con Putitas de Madrid.

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Sentia aquella melodía que poco a poco se iba clavando…
Mi pensamiento y la complacencia de ese momento me hacían disfrutar… Más que disfrutar era un estado de embriagadez y disfrute.

Había una olorcita apasionante que yo ya conocía realmente bien… Gran parte de esa olorcilla la desprendía mi marido que tranquilamente y apacible se dejaba caer y se abandonaba a los poderes del dios Morfeo…

Yo lo miraba y lo desarropaba con la vista, con mis ganas de palparlo y de acercarme a él…
Pero quería que ese momento fuese mucho más que hacer el acto… Quería gozar de sus caricias… Degustar cada uno de sus besos.

Seguía plácidamente en mi sofá… Yo llevaba un pequeño blusón moteado con un escote voluptuoso que dejaba ver una parte de mi pecho y como se desplazaba al compás de mi respiración.

La canción ya se encontraba muy en mí… Estire mi ser y me deje ganar por la comodidad… Me recosté y deje mi mata izquierda posada en el suelo… Mientras mi extremidad derecha subió al reposa brazos…

Mis patas se quedaron entre abiertas dejando percibir una gran parte de mi ropa interior…
Desde mi trono miraba a mi marido y me imagine como podía provocar a su atención sin que se diese cuenta.

Y con los dedos pequeños de mi pie me fui acercando hasta que mi marido entreabrio los ojos y me miró, fijo su mirada en mí como entre ensueños, tal y como si no creyera lo que estaba frente a él.

Casi seguro que estaba idealizando con algún momento vivido… Su semblante marcaba el deseo como si se lo estuviese pasando bien, estoy casi segura que se sentía cachondo si bien no me lo afirmara, sus ojos me aseguraban que sí.

Gire despacio mi situación hasta situarme frente a él… Y fui separando mis muslos bastante lento a fin de que pudiese observar bastante mejor lo que yo iba hacer.

Mis deditos sacaron del vestido mis pezones quedando así sobre aquel escote…
Subí un poco mi blusa y mi lencería se quedó a plena vista… Unas braguitas color rosa que hacían más precioso mi tostado cuerpo.

Los dedos fueron rozando desde mis rodillas. Subiendo muy despacio por mis jamones hasta alcanzar al borde de mis
braguitas…

Y muy lento me despoje de esa prenda… En ese momento la perspectiva era integra quedando mi coño completamente visible.

Por este mirador se sentía correr una delicada brisa con perfume de océano que al acariciar mi cutis me hacía disfrutar…
Me humedecia los labios y deseaba que mis dedos tocaran mi agujero…

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Me apetecía.
Pero de repente y sin pensarlo mi amor empezó a arrastrarse por el suelo hasta llegar a mí.

Chupó mis pantorrillas… Lamió mis ingles… Y fue Besando mis femeninos jamones, hasta llegar a mi raja olfateando mi olorcito una y otra vez tal y como si le fuera en ello la vida, su boca se metió entre mis piernas, su respiración caía en mí potorro…

Que se abrazaba a la vez con el calor que irradiaba mi chocho…
El seguía exhalando, gimiendo y pillando contundentemente con sus poderosas manos mis nalgas.

De de esta manera me hice un hueco con mi pierna izquierda y mi dedo gordo del pie llego hasta su pene, sentí que estaba caliente, gordote… Y lo apreté mientras pude…

Mi pareja seguía con su ir y venir a mí raja y con la puntita de su lengua fue lamiendo mi ombligo…

Mi pelvis, mi vello… Hasta encontrar mí raja y su lenguilla le dedicó todas sus ganas y chupadas…

Yo me retorcia de goce murmurándole que no se deteniese.
Y como un arroyo fue saliendo mi flujo hacia su garganta que la fue rellenando muy poquito a poco…

Y como su lenguita andaba liada mis manos sostuvieron su cabeza atrayéndola hacia mí clítoris para que no dejase de chupetear, de degustar, de deleitarse de tan esplendida delicatesen.

Mis tetas se endurecían… Mis pezones estaban erectos y mis manos se fueron a palpar mis grandes melones, tocando con cariño mis duros pezones…

En este momento solo había un cuerpo disfrutando el uno del otro sin detenerse.
Sus manos se pusieron tras [mi cuerpo agarrando mi culo y acercándolo a mi cara que estaba totalmente mojada por la esencia de mi sexo…

Como pude, retire su lengua de tan bello sitio y me gustó besarle en la lengua, chuparle sus labios…

Con mi lengua recorrí su boca degustando con él lo que en ese instante el saboreaba, deseé saber lo que el percibia cuando chupaba de mi… El aroma de mi brebaje, saber porque se aloquecía tanto, cuando lo tenía a su alcance…

Entrar en su insensatez y compartirlo juntos.
Mi ardor iba creciendo poco a poco y quería más… Mi corazón funcionaba de manera fuerte y hacían que mis tetazas
se movieran mucho más agitadas.

Y sin que nos diésemos cuenta de repente cambiamos de situación… Él estaba sentado en el sillón y yo de cuclillas entre sus muslos…
Mi leguita realizó el mismo paseo que antes su lengua prosiguió… Con la punta toqué sus manos, rocé sus pies… Sus piernas hasta llegar a sus muslos…

Que separe lentamente hasta poder tragar su herramienta…
Yo asimismo quería probar y disfrutar de sus exquisiteces y que su polla, estallase en mi paladar, que lo aguardaba con ganas…

Sus piernas sujetaban mi cara y no dejaban que me quitara de su herramienta… Pero ya complacida pedí disfrutar aún más.

Y de esta forma me levante y moviendo mis piernas me puse encima de mi amor,

su zipote, largo muy caliente dejaba ver su lechita pretendiendo salir a volar.
Se percibió un gritito de placer al empujar su herramienta, en mi conejo…

Se percibió un gemido estremecedor, desde los dedos de los pies fui percibiendo ese hormigueo que causa el disfrutar absolutamente, ese escalofrío subía de manera lenta por mis gemelos, seguido a mis muslos, hasta llegar a mi cintura, ese escalofrio estimulaba mi coño y mientras de manera lenta cabalgaba encima de mi amor me acariciaba las ubres…

Sus tetillas que tanto le gustan que cogidas con mis manos, aproxime mis pezones hasta sus labios a fin de que los probara, pues sus manos nada podían hacer pues estaban enganchadas de forma fuerte en mi culo…

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De manera fuerte pero al unísono con calma aligerando el compas de mis inclinaciones.
Así fui presionando mi aparato al de él… Mientras esa corriente de delicia iba recorriendo cada rincón de mi ser, con entusiasmo fue chupando mis lolas, relamiendo sus labios toda vez que se separaba de ellas.

Durante unos instantes mi ser se balanceaba sobre el de el… Dejando que los liquidos nos inundaran por completo, dejando brotar todo ese fuido entre sus muslos y lo mios.

De esta forma, de este modo repetía susurrando con gemidos, así me gusta gozarte, alocada y calenturienta y de este modo nos quedamos extasiados fundimos en un caluroso morreo mientras nuestros cuerpos no paraban de tremer.

Era una tarde tranquila a mediados de la primavera… Donde la fogosidad y el deseo nos incitaron a complacerse.

Mi amor y el Mar.

Monta con jinetes.

Tengo por nombre Bea, tengo 31 añitos, tengo el pelo suelto de tono oscuro y lacio, tengo los ojos bastante grandes de color azulado y mi boca es bastante apetecible.

Mi cuerpo conforme afirman es de modelo y tengo unos perfectos pechos con los que hago extremecer a cualquier hombre que se me ponga a tiro.

Os relataré la historia de de qué forma me trinqué a tres jinetes en una cuadra, envuelta de caballos y en el heno.

Las Mujeres más sensuales de toda las red.

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Yo terminaba de terminar de ver una carrera de caballos en la que había conseguido mucho dinero, pues había conseguido el caballo al que había jugado.

Me fuí al cobertizo a saludarlo, al llegar , no hallé a nadie. Aguardé al lado del animal, que era el caballo de tal jinete que se llamaba Cristo.

Cuando él llegó, se me pusieron enseguida los pezoncitos tal y como si se me fueran a reventar, puesto que yo ya iba con la intención de tirarme a Cristo.

Aún llevaba el uniforme oficial, su pene se quedaba incrustado con los pantalones de licra que tenía, llevaba el sombrero en la cabeza, los guantes de cuero, la pelliza marrón sobre sus espaldas de nadador y la vara en la mano.

Lo saludé y comencé a hablar con él de la carrera, era muy sensual conversando.
Hasta que no pude aguantar más y acerque mi mano contra su pene, se extraño, pero no procuró apartarme la mano de allá y empezó a ponerse fogoso.

Él miró a un lado y a otro ya antes de sacarse su gran troza para que me la comiese.
Me puse de cuclillas y como las zorras de las calles comencé a mamarle la polla como jamás tal vez se la había chupado nadie, por el modo perfecto en que gimió.

Le dije que se quitara la ropa, excepto las botas, los guantes y el sombrero. Me sujetaba por la nuca mientras me lamia aquel cipote que me sabía a placer.

Mientras que se la chupaba con mucha satisfación, le iba masajeando los huevos, huevos que tenía enormes como las pelotas de golf y muy calentitas, cosa que le ponía más.
Lo cierto es que daba la sensación de que a él no le afectaba que cualquiera nos viera.
Mi vulva se hacía húmedo dentro de mis bragas mientras que lo masturbaba y le mamaba la herramienta.

Me puse el dedo bajo de mis braguitas y comencé a acariciarme mientras le comía el rabo, luego, encuanto ya me puse mucho más cachonda comencé a incarme el pulgar.

Mas casi no estuve nada incandomelo, pues él, con sus fuertes manos me alzó , me dejo sobre unos montones de pasto seco dentro del cobertizo de su caballo, me despojó las bragas y me bajó las correas del conjunto.
Yo ese día no llevaba sostén, sostenes, lo que le fue mucho más rapido mordisquearme los pechos mientras que me los tocaba.

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Luego se dejó caer hasta mis muslos y empezó a absorverme el agujero. Yo gritaba como una furcia, pues pensé que si al él no le importaba que nos vieran, puesto que a mí igual.
Me lamió y me chupó el coñete mientras me incaba el dedo, y me corrí como unas 3 veces. En ese momento es cuando se humedecio con los dedos su duro zimbel y me la insertó tan rápido que casi ni me percate, ya me estaba penetrando.
Sentir como esta cosa tan gorda entraba y salía de mi rajita hacía que me llenara más de placer aún. El me follaba y me metía. Me elevo y me hizo sujetarme a la sillita de su potranca, me empujo y empezó a metérmela por la zaga. Fue en ese momento cuando me afirmé ¡por díos!, y chillábamos y chillábamos.
Entonces se azercaron 2 rivales, que habían corrido contra él y entraron en el establo sin darse cuenta de nosotros, hasta el momento que oyeron nuestros chillidos. Los pobres habían pensado que nos estaba pasado algo, o que nos estaban robando, entraron en la cuadra de la potranca de Cristo y le preguntaron que qué pasaba. Decir nada era inegable, puesto que se sabía claramente al vernos, qué era lo que pasaba. El los invitó a follar también, cosa que a mí no me molesto en absoluto.
-Poneos ahí a fin de que os la menee mientras que la sigo penetrando por el ojete- afirmó él.
Entonces me comentaron que reposara en sus brazos y empezara a lamerles la herramienta. Eran dos herramientas muy duras para mi boca. Ahora sí que me notaba gozar más que una golfa.

Mientras tanto uno de los ginetes me metía el enorme pollón, me comía a gusto 2 beunas vergas con mi garganta. Aquellas herramientas creía que iban a explotar con mis lametones, pero aunque resistieron mucho más de lo que yo me intuía.
D., uno de los ginetes, se dejo caer sobre el forraje y me coloqué arriba de él y clavé su polla, que era más gordita que la de Cristo y que la de L.. Me puse a saltar encima de su cuerpo de acero, en este instante los tenía a los tres con sus cascos, con sus zapatos de ginete y con sus guantes de cuero, aquello me avivaba.
En ese momento fue cuando comenzó el espectáculo de los gritos, los cuatro chillábamos de complacencia, puesto que les hacía unas pajas a L. y Cristo, y de vez en cuando, como la que no deseaba la circunstancia, me chupaba una de sus herramientas en mi garganta y los hacía padecer un tanto. L. fue el que me folló por la zaga, y que placer me produjo.
Me hicieron desplazarme cara adelante un poco mientras que me trincaba a Daniel, y el por la zaga me metio muy de golpe la bellota en el ano. Tenía 2 pollones en mí, y las 2 me estaban poniendo muy humeda. Mientras Cristo se ponía delante a fin de que se la continuara chupando. Aquello era lo más.

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Ya tras eso. Me volvieron a levantar. Ahora era Daniel quien se daba placer con mi trasero, mientras le lamía la troza a L., y Cristo me lamía el coñazo mientras que me introducia su fusta por el orificio de mi coñete que estaba 100. Daniel eyaculo en mi culo, sentí el calentito de su leche mangorra muy al fondo de mí y sentí como se desbordaba ese manjar calentito por mi ojete y me caía por el coñito muy espesito.
Fue cuando Cristo me metió la verga por el potorro y comenzó a metérmela, metérmela, metermela hasta el momento en que me corrí de goce, debí esperar unos segundos más puesto que él estaba a punto de correrse.
Me sacó la pollaza del chocho, me hizo ponerme de rodillas y me violentó agarrándome de la melena a que se la comiera, se corrió en mi lengua, no estaba mala como la de otros varones, esta cuajada mangorra era dulcita y seguí chupándosela aún una vez que él me afirmara que parara ya, aunque no me apartaba la cabeza de allá.
A L. le maravillé con una buena paja con mis tetazas, berreaba y berreaba mientras que le comprimia con mis buenos melones la polla que me ardía en las ubres. Mucho no duró, puesto que eyaculo la leche enseguida en tetazas, luego me la colé en la garganta a fin de que disfrutase bastante más, en ese momento se me arrimaron los otros dos y acabé follando, comiéndome 3 trozas al unísono.
Indudablemente una experiencia que no olvidare en la vida.

Monta con jinetes.

Yo y mi Coño

Me entusiasma follar. ¿Y a quién no? Mas no me agrada hacerlo con cualquier tio, no me gusta dejar que un macho que apenas conozco, o que realmente conozco mas no me complace, aun conociéndolo me meta toda su leche entre mis piernas.
Siempre y en toda circunstancia he sido muy cerrada para éste tema, aunque más que decente yo prefiero llamarlo quererse a una misma. Exactamente por este amor propio, mis encuentros con chicos se dan estimadamente se puede decir que una sola vez cada bastantes meses. No ejercito mucho el sexo, aunque me gustaría hacerlo más veces, pero soy de las féminas clásicas que prefieren el sexo en pareja o bien el sexo con una persona que conozca.
Todas y cada una de las personas siempre y en todo momento tenemos a otra persona, que nos excita en la cabeza muy frecuentemente. Y éste es mi ejemplo. Esta tarde no he parado de pensar en ese varón que me gusta y soñar cosas con él. Pero como bien he hecho constar, no suelo tener muchas relaciones íntimas con nadie; mas, sí con mi misma. Y el día de hoy ha sido el ejemplo.

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He tenido toda la mañana con la libido por las nubes, y ha habido un momento justamente tras comer, que no he soportado más. He ido a mi dormitorio para proveerme una buena sesión de sexo conmigo misma. Solamente entrar he cerrado el estor, para eludir que algún vecino depravado me pudiese observar, y he abierto la puerta de mi cajonera donde escondo todos los consoladores, ropa interior y lubricantes.
Hoy me he decidido por mi pollón roja de 6 marchas y mis bolas chinas verdes de tamaño tirando a grande. Los he colocado al lado derecho de la cama, apoyado sobre una manta, la que seguramente, iba a usar más tarde.

Me he quitado mi pantaloncito del pijama acompañado de mi ropa interior de golpe y me he acostado hacia abajo en cama, arropándome hasta el culo con la manta.
Tal era lo caliente que estaba, que inundaba todo mi coño, he atrapado mi polla vibradora y sin pulsar el interruptor para que comience a funcionar, me lo he metido de golpe en mi coño y he comenzado a refregarme sobre él de manera lenta empujándolo y sacándolo pensando que era la polla tiesa de ese hombre al que mi psique creía que me estaba penetrando.

Mi cuerpo se ha dejado postrar encima el jergón, mi mano derecha sujetando firme el pollón, la izquierda sobre mis labios, y mis caderas siguiendo un ritmo continuo de sube-baja que hacía que mi vagina se fuera mojando y dilatando poco a poco, imaginando (o más bien recordando) momentos sexuales con aquel varon que tanto me excita.

Llevo rato dándome placer sobre mi juguete, estoy empezando a mojarme mucho y quiero hacer movimientos que estimulen un poco todo mi clítoris, que toquen aun más intensamente mi vagina, y me creen cierta tensión en esta. Por consiguiente, inicio a follarme sobre el vibrador creando espasmos con mis caderas, notando como la punta grande de mi juguete vibrador se desliza de forma lenta por cada centímetro de mi coño.

Siento que el calor de mi calentura y de mi goce sube por mis mejillas; están coloradas. Mi boca se empieza a secar y entre mis labios se me salen pequeños jadeos de gusto agudos en forma de murmullos.

No puedo más y inicio a emplear las intensidades de mi vibrador. apretó el botón. La primera potencia es un temblor leve y incesante, apenas observable, mas que hace notar esas pequeñas vibraciones hasta mi clítoris de la fuerza que hago con el miembro metido en mi agujero hasta la mitad y el resto fuera apretando mi pepitilla, estimulándolo y haciendo unas pequeñas cosquillas que alcanzan a erizar mis tetillas y sentir poco a poco desde lo más adentro de mi coñete cómo voy fabricando más flujo vaginal.

Pongo en acción la segunda velocidad. Ésta asimismo es una vibración constante pero un tanto más energica y menos sigilosa. Me dá más goce, por ende disfruto de ella empujándome por completo el vibrador y sintiendo como los musculos de mi coño se chocan entre ellos haciéndome temblar a mí también. Seguidamente juego a meter y sacar muy despacio, humedeciéndome más y jadeando un tanto más notorio.

Marcha tres. En esta la vibración va incrementando poquito a poco y para, comienza suave y sube, para, vuelve suave y sube, para. Así consecutivamente. Puedo notar dentro de mi de qué manera algo me recorre en forma de espiral y sube desde fuera de mi rala hasta el fondo, prácticamente llegando al cuello del útero. Una impresión gozosa, pero yo busco algo más brusco.

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Cuarta velocidad. Son como chiquitas picadas vibrátiles a ritmo de semi-fusas abundando mis adentros. Clavo la penetración hasta el fondo de mi vagina apretando mi cuerpo contra ésta y de mi boca se sale un enorme gemido en forma de “O”. Oh… me gusta tanto sentir esto… Comienzo a apretarlo con la mano hacia mí, y sin desplazar mi cuerpo, desplazo la mano agarrando con solidez el consolador y me lo estriego en forma de redondeles.

Ahora paso a la velocidad número cinco, es exactamente como la anterior, pero aumenta su velocidad. El sonido de la vibración semejan ráfagas que chocan dentro de mi. La verdad es, que siento que moriré. Siento que estoy a punto del clímax, mas no me quiero correr de momento.

6ª y última marcha. El ruido que suelta el vibrador es más que indudable; es estruendoso a pesar de estar dentro de mí. Para eludir escucharlo tanto, lo presiono todo lo fondo posible, siento que la sacudida es fuerte y muy constante, como si el dichoso consolador fuera a romperse; tal y como si todo mi cuerpo fuera a romperse. No puedo sostener mis patas estiradas apenas cinco segundos. Me acomodo de medio lado en la cama, en situación fetal y comienzo a sacar-meter el vibrador con nervio; sin olvidar de meter la sabana entre mis extremidades por si tengo un escape.

Llevo quince minutos tocándome y creo que voy a correrme. Desconecto el pene vibrador y lo estiro velozmente de de mi vagina. Pero no, todavía no es el momento. Me destapo por completo, empujo las sábanas y alargo mi extremidad izquierda a lo alto formando un ángulo recto perfecto.

He de reconocer que cuando ando tan fogosa mi flexibilidad acrecienta para mi placer. Inicio a meter y sacar lentamente, el vibrador desconectado. Puedo notar de qué manera mis paredes vaginales, al sacarlo, generan un ruido similar al de una pompa de champú cuando explota. Dios mio, estoy tan caliente…

Necesito estimulación en mi clítoris. Me acomodo boca arriba y abro mis patas doblando las rodillas lo que puedo. Prosigo metiando – sacando el consolador de forma veloz, a la vez que con mi otra mano masajeo mi pepitilla y lo presono de lado a lado como una chiflada. Parece que voy a correrme ya, pero sé que puedo aguantarlo , y de esta forma lo hago. Sigo frotándome cada vez más intenso, percibiendo un enorme hormigueo que cada vez va creciendo en todas y cada una de las partes de mi clítoris.

Ahora lo que me hace falta no es estimulación, si no sentirme llena. Cojo un tanto de lubrificante y lo hecho encima de mi mano derecha, con la que ensucio todo el contorno de mi vagina y una parte de su interior introduciéndome muy despacio dos dedos y volviéndolos a sacar con la misma lentitud. ensucio las bolas y me inserto una lentamente dentro; después la otra.

No me he corrido de momento pero todavía puedo aguardar. Con las bolas puestas me visto, levanto la persiana, abro la ventana y me fumo un cigarro. imagino deseosa de ser penetrada a lo largo de horas y de cien posturas posibles, mientrastanto el aire hace que mi vello se erice y endurezca mis mugrones por completo.
Cuando termino de humear voy al baño, me quito la ropa de cintura hacia abajo, me siento en el bidé y pongo el agua a alta potencia a una temperatura calentita tirando a muy caliente. Me incorporo, coloco mi cuerpo más delante del grifo y pongo mi zona contra la presión del agua.
Aquella estimulación es escalofriante, mis patas comienzan a retemblar… No aguanto ni un segundo más, la tensión es muy fuerte pero mi paciencia por llegar cada vez menos. Siento que llega, siento que se me va a escapar…

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De manera rápida estiro las bolas chinas de mi coño al mismo tiempo que me corro desbandándome en gemidos. Seguidamente me orino de goce. Cierro el grifo. Agarro las bolas, extenuada y las observo; están blanquecinas, empapadas por mi flujo vaginal, y desprenden un apetitoso aroma dulzón a mezcla de mi coño y del lubrificante de fresitas. No lo pienso más y me meto una en la boca para saborearla, no me desagrada. Sabe a manjar.

Vuelvo a abrir el grifo y me lavo con jabón íntimo quitándome de los sobrantes de flujo vaginal, meo y lubrificante. Me seco mientras que me miro al espéculo. Mis labios están rojos, del mismo modo que mis mejillas. Ahora mismo tengo esa parte muy sensible; la rozo con suavidad con dos llemas y me pongo el pantalón del pijama sin ponerme bragas. Prefiero estar fresca a lo largo de un tiempo hasta que la zona se relaje.

Voy a mi dormitorio de nuevo, cojo mi ordenador y empiezo a contar un sinfín de frases, que en conjunto, han logrado darle sentido a este relato sobre que no hay nada parecido como darse placer a una misma.

Yo y mi Coño

Disfrutando con rameras de la capital Española.

En una oportunidad debí tomar un avión urgente por motivos de labór, y debí volar en la clase pobre en tanto que no conseguí sitio en primera clase.

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El aparato estaba prácticamente desocupado, se trataba de un día de la semana, apenas entrada la tarde, por lo que no había muchas personas que compartieran mi mismo destino. Cuando me había sentado y reposado en mi butaca, dos putas de Madrid se pusieron justo junto a mí.
No podía opinar mi fortuna, las dos prostitutas madrileñas eran realmente atractivas, aunque no podían esconder verdaderamente su profesión. Procuré apartarme para que ellas no se diesen cuenta que estaba muy inquieto, jamás había estado con señoritas de la capital de España, por lo que deseaba pasar totalmente inadvertido, aunque era ineludible lo cachondo que yo estaba.

El vuelo marchó, las prostitutas estaban en silencio. Tenía a cada lado a una de las furcias, una era rubia y vestía un traje sastre con una americana muy provocativa que dejaba ver sus escandalosos y preciosos pecones.

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La otra de las señoritas de Madrid era delgada, no tenía grandes pechos, aunque su rostro era muy atractivo y llevaba una mini falda muy corta que casi me permitía adivinar el tono de su tanga: Color Rojo

Habían pasado unos 5 minutos del vuelo cuando una de las prostitutas me susurro a la oreja.

– ¿Qué hace un chico tan plantado como tú, viajando ahora? ¿No te sientes arto?

Le contesté que debía ir por una cuestión de trabajo y que realmente sí, estaba bastante desganado y no pude eludir hacer la próxima pregunta:

– ¿Y vosotras qué hacen por acá, asimismo están hastiadas como yo?

La más menuda de las escorts de la capital de España me respondió que iban a visitar un usuario, aunque no quitaban la propuesta de tener una aventura durante el viaje.

Al decir estas palabras, entendí de manera perfecta lo que me estaba sugiriendo, y algo que siempre y en toda circunstancia había tenido en mi psique y que me quitaba el soplo era la ilusión de folletear en el labavo de un avión.

Creo que la más tetuda de las escorts madrileñas adivinó mis pretensiones, pues me preguntó:

– ¿Alguna vez te has corrido en un aeroplano? Apuesto que te encantaría que follemos en el aseo.

La situación se había salido de control, era indiscutible mi sitación de calentón ya que tenía una rigidez que hacía que mi pantalón se viera como una circo. Las escorts de la capital me habían animado a hacer realidad una fantasía con la que había pensado durante , con lo que concluí llevarla a cabo.

Me me levante y me dirigí al baño. Les afirmé que las esperaba allá. A los pocos instantes, las rameras de la villa de Madrid estaban conmigo en el lavabo, una de las furcias me la chupaba, al tiempo que la otra, la tetuda, me daba sus grandes lubres a fin de que me perdiera, cosa que hice y disfruté muchísimo.

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La felación fue inolvidable y la circunstancia era tan excitante que después de un rato eyacule en la boca de una de ellas. Las putas de Madrid limpiaron hasta la última pizca de mi nectar, llegando aun a chuparse los dedos y a luchar por los últimos restos de mi leche.

Sin incertidumbres, fue un vuelo inolvidable con 2 hermosas rameras de la capital de España, que en la vida voy a poder borrar de mi memoria.

Disfrutando con rameras de la capital Española.

Una Noche sin dormir

Su ama le había informado a R. que algo ocurriría esa noche. Roberto Sabía que cuando ella iba a hacer algo, no solo cambiaba su tono sino dejaba de hablarle casi por completo y se limitaba a comentarle lo que tenía que hacer para ayudarle en la faena.

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Esa noche, su ama lo destapó, le dijo que elevara su dorso y por abajo le pasó una apretadera flexible de goma, como las que se usan para hacer entrenamiento y le pidió a Roberto que respirara hondo bastantes veces.

De momento Roberto hizo caso, su poseedora encajó la cuerda muy tensada en la zona inferior de su abdomen, Le comento a R. si la apretadera estaba tirante y él falseó indicando que nada. Su ama hizo un mueca de mal humor y tornó a repetir la maniobra, solo que esta vez, al hacerle sacar el Co2 reposó sus 2 manos sobre el abdomen de R. dejando caer todo su peso sobre él y sacandole todo el aire por fuerza. Su dueña le dijo Roberto que se quedara quieto y esta vez alargo y tensó la cuerda con considerablemente más tensión.

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Entonces se despidió de él, desenchufo la luminaria y se adormiló. R. Quedó quieto mirando fijamante el reloj, apenas eran las 2 de la noche y sentía una fuerte sensación de sufrimiento y asfixia en el abdomen. A pesar de que tenía sueño y estaba derrotado no podía dormir.

Sabía que no debía comentarle nada a su señora y ni pensar en imaginar quitarse la atadura. Peor todavía, se fijó que estaba muy fogoso, tenía una erección brutal y no podía disimularla. El tiempo pasaba de manera lenta y R. intentaba entretenerse, pero el sufrimiento no se lo permitía, a pesar de que trataba de dormir o bien relajarse, esto simplemente no era viable.

Llegó el instante en el que el extenuación pudo más que el dolor y Roberto se durmió por 1/2 hora. Luego se desveló, continuó mirando el reloj y se cambio de postura procurando buscar una situación más buena mientras tocaba la faja, mas toda vez que lo hacía, el sufrimiento era todavía más intenso

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A pesar de que Roberto estuvo a puntito de pedirle a su ama que por favor destensara o bien la quitara, sabía que si lo hacía traicionaría la fé de su ama y la dejaría ir para siempre.
La noche pasó de manera lenta y una vez llegada el alba, su señora se despertó y le preguntó a R. como estaba.
Él le afirmó que quería ir al baño por lo que su ama le quitó la cinto y le permitió ir. Cuando R. regresó del cuarto de baño, su ama le ofreció una grande sonrisa y le dijo:

– De este modo me agrada, eres un putito obediente

Dicho esto, con sus manos tomó el pollón de R., se lo introdujo en su boca y empezó a mamársela a modo de recompensa hasta que Roberto, invadido de agotamiento y ardor, eyaculó en la campanilla de su señora.

Una Noche sin dormir